Una de los grandes obstáculos del desarrollo individual ha sido la mítica creencia en otra vida, en otro mundo, en otro momento. Es un descansar gratuito de la responsabilidad que conlleva el estar vivos. Los seres humanos han dejado que el mundo los lleve; los arrastre como las aguas de un largo río que suavemente los depositará en ese mar.
Pero es que ese mar es una ilusión, un engaño, un espejismo que infunde seguridad y comodidad.
Los griegos lo hicieron un mito, el de Pandora. Para castigar a Prometeo, Zeus manda un obsequio con una mujer artificial. El regalo es una caja en la que se encuentran todos los males del mundo. Después de varias peripecias el regalo es abierto y los males del mundo fueron liberados. El relato nos deja como una esperanzadora idea que no todo está perdido. Que hay algo a lo que podemos asirnos: "y en un rincón quedó revoloteando la Esperanza".
Hace tiempo escribí un ensayo donde retomo esa idea que revolotea en mi mente desde niño. Se titulaba "El mayor de los males". Y es que si lo piensan un poco, la esperanza, que se queda con nosotros y a quien adoptamos tan cándidamente, estaba en la misma caja de los males del mundo.
Piensen si no.
