jueves, octubre 09, 2008

Repensando el anarquismo


A quien le guste vivir bajo el dominio de alguien o algo que deje de leer.


Estas palabras son para los libres, para los que no se someten, los que van en contra los marginados, los que saben que el sistema es una maquinaria del mal que sólo sirve para producir mercancías humanas que consuman mercancías objetuales a base de la explotación de otros seres humanos que son considerados como mercaderías tan, pero tan baratas que no se les trata como personas.

Una de las formas del sometimiento ha sido el de la estructura jerarquica que va desde el "Dios" de los cielos hasta el más insignificante padrecillo... No me refiero sólo a la Iglesia Católica, la cual ha cometido más de un crimen en nombre de dicha estructura de poder. Me refiero a la insoportable cobardía del hombre que busca consuelo para su miserable existencia en la creencia de que es la criatura-creación de un dios-padre-supremo al cual debe obedecer y honrar como si fuera el único responsable de habitar en este mundo. (No es algo privativo de los cristianos, otros cultos también tienen esta maña.)

Pues no. Me niego a caer en el juego de que yo le debo algo a una fuerza misteriosa y desconocida que controla los hilos de mi vida y mi destino y juzga mis acciones y me ofrece recompensas o castigos por mis actos, palabras, ideas u omisiones.

Me siento a gusto sabiendo que el único sentido de mi existencia es el que yo mismo le puedo proporcionar en esta tierra; en la inmanencia, porque esa vida otra, ese más allá, no es sino una ilusión trascendente, una niebla, un engaño, una falsa ilusión. Me gusta pensar que somos obra del azar, de una casualidad cósmica que entre las múltiples combinaciones de la materia llegamos a ser lo que somos. Que somos una máquina humana cuyo relojero no existe. Una máquina que se regula a sí misma, una máquina autónoma.


Creo que tenía que decirlo; en especial para acompañar los monitos que anteceden este discurso.


Todavía hace unos años, estaría indexado en la lista de pensadores prohibidos por la congregación que es heredera de la inquisición.


Lo último que queda es que me excomuniquen.


Saludos rebeldes y libres. Con la conciencia tranquila,


Zeta (el monito) y Eras (el autor)

En el medioevo ya me habrían quemado, después de una larga tortura.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

QUEMENLO!!! QUEMENLO!!!

12:36 a.m.  

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